A diario nos abruman con alarmantes noticias sobre los embates de la delincuencia y la gran inseguridad que vive el país. Una pregunta capciosa: ¿cuál fue la última época que vivíamos seguros?… Será convirtiendo en soplones a la gran masa de ecuatorianos (con recompensa jugosa de por medio), para delatar a “los más buscados” que saldremos del problema? Todos sabemos que los grandes desfalcadores, los de terno y corbata, hace rato que se concentraron en el club de “los Miami boys” o en Centroamérica, ellos sí, muy seguros de que nadie les eche el guante, o puedan ser extraditados para rendir cuentas a nuestra rocambolesca justicia. Se me ocurre pensar que la sola fuerza de las leyes nunca será capaz de regenerar una sociedad, más aún si no se encuentra en ellas algún resquicio de humanidad…¡Todos son castigos, cárceles, multas y penas sin fin, pero para los que robaron miles… no para los que agarraron millonadas! Muy a menudo leemos en ciertos barrios organizados, amenazantes anuncios como este: ¡Atención, este barrio está organizado contra la delincuencia! ¡Ladrón cogido será quemado!”… Qué lamentable es entender que así se responde a una situación social de injusticia letal y persecución. ¿No habrá otro recurso? Pienso que las cosas marcharán decididamente mejor el día que nos hallemos con un letrero que rece así: “¡Atención, este barrio está organizado contra la pobreza…! Ladrón cogido será rehabilitado!”… El día que cada sector cuente con comedores populares por ejemplo, o con albergues para indigentes, alguna guardería popular, y por último: “Una agenciosa agencia de empleos” (perdón por la redundancia), todo cambiará por fin en el imaginario de nuestra gentil ciudadanía. El día que podamos tratar con aprecio no sólo a nuestros parientes y amigos, sino al extraño y aún al que se equivocó en determinados procederes, estaremos en el verdadero camino. Si alguna circunscripción barrial se hiciera eco de iniciativas como las señaladas le agradecería comunicarme de inmediato para colaborar con afán.