En relación con el artículo ‘¡Viva Quito sin toros!’ de Juan Guarderas, a favor de la “abolición” de las fiestas taurinas, permítanme expresar mi desacuerdo con sus argumentos. En primer lugar, no soy aficionado, e incluso podría considerar a la tauromaquia como una payasada, pero mi larga experiencia me ha enseñado a respetar los gustos y aficiones de las minorías, siempre y cuando no afecten el derecho de los otros, eso se llama tolerancia. Él ni nadie es dueño de la verdad para pretender establecer normas de comportamiento en cosas inocuas. ¿En qué nos perjudica una corrida de toros que se realiza una vez al año y permite que mucha gente se gane la vida? El hecho de que sus antepasados hayan sido promotores de la plaza Belmonte no los hace mejores ni peores que él; es decir no hay evolución moral. Si de verdad le interesa el “maltrato” de los animales, por qué no aboga por evitar la pelea de gallos, en donde las aves se masacran y si no mueren es peor, porque tendrán más riñas con apuestas por delante, hasta su final consumación., y si han olvidado, esta es otra tradición venida con los españoles.
La alusión a Hobbes, sobre el ‘Estado de Naturaleza’, es una interpretación errada, y más bien la actitud fanática de algunos antitaurinos se relaciona con aquello de que el hombre es lobo del hombre. Hace dos años un amigo de mi hijo fue agredido por un “evolucionado”, él y sus dos pequeños hijos recibieron un baldazo de pintura roja, y luego el vándalo huyó; se reportaron roturas de parabrisas y carros rayados, ante la incuria de las autoridades. El pacto social consiste en el mutuo respeto y la historia es testigo de que la suma de pequeños fanatismos ha dado lugar a guerras civiles. Empero, lo que el articulista no descubre es que nos están conduciendo al pensamiento único: el totalitarismo.