Con el artículo tan interesante de Milton Luna sobre el “Debate del pensamiento educativo”, me ha venido a la memoria ese importante hecho histórico que dio pautas claras para la reforma del sistema educativo universitario y proclamó la autonomía universitaria como uno de los principios fundamentales. En efecto fue en Córdoba, Argentina que en 1918 sucedió dicho evento. Aceptada en toda América la propuesta, en Ecuador se reunió en Quito, la Comisión con representantes de las tres universidades que existían, concurrió por la de Guayaquil, el Dr. Leopoldo Izquieta Pérez; por la de Cuenca, el Dr. Emiliano J. Crespo y por la de Quito, el Sr. Carlos Andrade Marín; ellos adoptaron dichas recomendaciones, lo cual, hizo que entraran en vigencia.
Así venían funcionando nuestras universidades públicas y también privadas, las tres mencionadas y algunas nuevas creadas legalmente en las últimas décadas cuando irrumpió en el escenario de la Patria la Revolución Ciudadana.
Enemigos, como eran los líderes de esta revolución de la autonomía universitaria escogieron a dos sujetos conocidos por sus ideas autoritarias y así René Ramírez y Guillaume Long unos anodinos sujetos se convirtieron en los zares o verdugos de nuestras universidades.
Lo sorprendente es que uno de estos zares René Ramírez, correista acérrimo, mostrando su olfato finísimo dio un paso al costado del nuevo Presidente y rápidamente se escabullo hacia la Unesco. El otro, Long, tomó las de Villadiego y desapareció en la llamarada que ha dejado el autoritario líder del ático ginebrino.