Reflexión y razonamiento

Propongo al Gobierno y a su jefe meditar en lo siguiente: “Irritarse por una injuria es casi reconocer que se merece; al despreciarla queda sin valor”. En días pasados, EL COMERCIO nos hizo recordar este célebre pensamiento de la antigüedad, su autor es Tácito Cayo Cornelio, un romano historiador, gran orador y que se destacó por la vivacidad de su prosa de admirable concisión.
Rafael Correa es inteligente y académico nato, debe haber leído en el curso de su vida esta célebre frase, que si no se ha ofrecido, valdrá de mucho, acogerla. El Mandatario lleva 5 años en el mando; en sus tarimas tiene un pensamiento soberbio, unidireccional, que no le permite examinar los gravísimos problemas nacionales, políticos, sociales económicos y hasta los de la naturaleza.
Reflexionar no es su verbo, porque no vemos un pensamiento de manera atento y detenido de nuestras angustiosas inequidades; introspectivo, no es su adjetivo favorito, no lo hemos visto capaz de mirar su interior, dirigido a sus actos propios o su estado de ánimo.
Si hubo perdón, este no es resultado de una introspección porque se devalúa, con amenazas y odios, que nos pueden llevar a la esclavitud. Su razonamiento tiene facultad de discurrir pero sus ideas se ensombrecen con improperios; su dialéctica anacrónica es marxista.
La permanente conducta de irritación y soberbia minan el alma y el espíritu, contagia a sus semejantes y estos caen en diatribas y ofensas. Esto fue lo que diseñó la cinematográfica película, de largo aliento: ‘Antes y después del 30-S’.

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