Es difícil no sentir tristeza de lo que pasa a nuestro alrededor o tal vez lo correcto sería decir que es difícil poder ser tan imparcial frente al dolor ajeno, pero ¿qué podemos considerar como ajeno y qué cómo propio? Más de 17 millones de contagiados de covid-19 en el mundo, estaríamos hablando en perspectiva de un Ecuador entero con coronavirus. Hace meses pensaba que la humanidad era lo suficientemente fuerte como para poder contra un virus como este, pero pasaron semanas, aun así, la fe se mantenía alta y el pensamiento positivo quebrantable aun insistía en que pronto pasaría, pasaron meses y poco a poco la fe iba en picada. Aún recuerdo el primer mensaje alentador de la posible cura que terminó por ser solo noticia del momento, más tarde llegaría otra noticia similar, una tras otra, pero todas entran a una especie de laberinto sin salida. La OMS advierte sobre lo larga que posiblemente sea la pandemia, recordemos que hace unos días se hablaba de la vacuna; me siento como un niño ilusionado y luego caigo a la realidad, al hecho de no ver a mi familia reunida como antes, el no volver a ver a mis amigos, al parecer nuestra situación no va a cambiar y la única opción sea adaptarse. La naturaleza y el peso de nuestros actos nos han demostrado que la humanidad no es aún lo suficientemente fuerte como para afrontar algo de esta magnitud, posiblemente el mensaje de la naturaleza es hacernos ver que solo somos huéspedes y no dueños como creemos serlo. Tal vez nos quiera decir que debemos respetarla como algo ajeno y cuidarla como algo propio.