Reciba mi congratulación por el acertado editorial publicado en la Sección Opinión del diario El Comercio bajo el título “Quito, ¿hispánico o indígena?” del 15 del presente.
Es raro leer artículos que sobre la historia tridimensional quiteña -como yo la llamo- lleven al lector hacia el pasado de manera clara y objetiva: sin prejuicios ni subjetivismos que alejen de la certeza histórica e impidan la valoración apropiada y veraz de Quito, de su sincretismo y de su mestizaje.
Por lo tanto, me permito incluir parte del texto de mi autoría “40 años de la del inclusión del viejo Quito en la lista patrimonial de la Unesco”, publicado en El Comercio del 9 de septiembre de 2018 en la Sección Ideas, bajo el título: “Quito obtuvo su estatus patrimonial con tesón (XEA,historiadora del arte y especialista en patrimonio cultural)”, en el que anoto lo siguiente: “(huella) artística/arquitectónica del Quito antañón: español por su trazado urbano/constructivo, ancestral por su entorno geográfico, y andino por su intrincada topografía … la más española de las ciudades de Iberoamérica”; además, incluyo un fragmento de la disposición sobre la ubicación de la villa de Quito rescatado por Marcos Jiménez de la Espada (1895, AGI, Sevilla); también anotado en el Libro 1°, Cabildo: “ […] que la reciente fundación (agosto, 1534) se trasladara al punto donde había estado la vecindad de los indios conocidos como quitos, por ser aquel sitio mejor y más cómodo para edificar ciudad de españoles[…]”, complementando así, su valioso análisis referido anteriormente.
El patrimonio cultural material e inmaterial (inmueble y mueble) constituye un testimonio de esta herencia.
Lamentablemente, un complejo (en la acepción psicológica) disfrazado de defensa de identidad de un pueblo (tómese como civilización ancestral) es el que ha llevado a la errada interpretación de la historia; siendo en verdad, solamente el resultado de la necedad de ciertos individuos, al desconocer el valor intrínseco de una nación, producto de siglos de vida.