La muerte de Rodrigo me trae muchos recuerdos, porque fui su asesor cuando fue ministro de Finanzas, en el Gobierno de Jaime Roldós.
El día que iniciaba mis labores en dicha Secretaría de Estado, nos encontramos en el ascensor. Me presenté, porque no me conocía, me puse a sus órdenes y le informé que me había invitado el Dr. Jorge Zavala, Subsecretario de Aduanas, para trabajar con él.
El tiempo me permitió conocernos y llegar a ser buenos amigos, tanto que cuando el Dr. Zavala renunció a su cargo, pasé a ser asesor del ministro, llegando a contar con su total respaldo en los encargos que me había hecho, como la Gerencia de la Empresa de Suministros del Estado, la posesión del nuevo Comandante de la Policía Aduanera y una serie de asuntos delicados, los cuales los decidía solo después de yo haberlos revisado, pese a que contaba en el despacho con otros colaboradores.
La cercanía con él, obviamente, levantó la envidia de otros compañeros, sobre todo cuando todavía seguía colaborando el Dr. Zavala, por la información “reservada” que teníamos los tres, respecto al manejo de las aduanas del país, la cual, de divulgarse, podía crear complejas responsabilidades al más alto nivel.
Mis funciones, habían crecido tanto que cuando la Ab. Alexandra Vela, para ese entonces Secretaria General de la Administración, necesitaba hacer contacto por algún asunto de urgencia de la Presidencia y el ministro y el subsecretario se encontraban ausentes, ella hablaba conmigo, a pesar de haber en el ministerio tres Subsecretarios sobre mi puesto.
¿Por qué llegué a entenderme tanto con Rodrigo?, por su “don de gentes” simplemente, la cual siempre estuvo encaminada a “hacer de su interlocutor una persona importante”, por ello me apena mucho su muerte.