Érase una (funcionaria) sin nadita que comer, sino carnes, frutas, dulces, tortas, huevos, pan y pez. Bebía caldo, chocolate, leche, vino, té y café, y la pobre no encontraba qué comer ni qué beber.
Y esta pobre (funcionaria) no tenía ni un ranchito en que vivir, fuera de una casa grande, con su huerta y su jardín. Nadie, nadie la cuidaba sino Andrés y Juan y Gil y ocho criados, (guardaespaldas, de uniforme y de postín).
Nunca tuvo en qué sentarse, sino sillas y sofás, con banquitos y cojines y (cuerina) al espaldar, ni otra cama que una grande, más dorada que un altar, con colchón de blanda pluma, mucha seda y mucho olán…
…Y esta pobre viejecita no tenía que vestir, Sino trajes de mil cortes y de telas mil y mil. Y a no ser por sus zapatos, chanclas, botas y escarpín, descalcita por el suelo anduviera la infeliz.
Apetito nunca tuvo, acabando de comer, ni gozó salud completa cuando no se hallaba bien… …Y esta pobre viejecita al morir no dejó más que onzas, joyas, tierras, casas…
…Dios permita que logremos disfrutar, las pobrezas de esa pobre y morir del mismo mal. Que me disculpe don Rafael Pombo (tomado de ‘La pobre viejecita’).