Alarma el pobre resultado de pruebas de conocimiento de miles de aspirantes a la educación superior, alarma que debe convertirse en verdadero interés por mejorar la calidad de la educación primaria y secundaria que hace décadas ha sido descuidada.
La regulación universitaria es lo que ha mostrado esta realidad, pero debe haber coherencia pues no se puede exigir óptimos resultados al llegar a la meta cuando el camino adolece de muchos vacíos.
Tan venida a menos está nuestra educación que en el presente gobierno revolucionario de la meritocracia y la optimización de los servicios se viven situaciones insólitas, altas designaciones gubernamentales están en manos de profesionales que no tienen afinidad con el cargo, por ejemplo Ricardo Patiño es el canciller siendo economista, y Paulo Rodríguez que preside el Consejo de la Judicatura es ingeniero en telecomunicaciones, y desde luego que es evidente la falta de calidad en los resultados.
Patiño no tiene nada de diplomático y su cartera está envuelta en el peor predicamento inimaginable de todos los tiempos, asimismo la justicia camina hacia atrás con jueces que hoy se hacen parte de los problemas.
La educación es una necesidad básica social, un puente hacia el progreso común, la meritocracia empieza con el estudio y habla de manera real al ser medido en forma práctica en una labor afín al título aprobado. Recibimos millones de dólares que se gastan en inútiles extensiones provinciales de la Asamblea Nacional.
En mucha publicidad, en el aumento de sueldos burocráticos empezando por el presidente, y nuestra educación sigue esperando ¿qué? no se sabe.
Rafael Correa dijo en Cuenca en el festejo de sus 5 años de gobierno, respecto a la falta de atención a 20 000 locales escolares: “es lo que todavía le debemos al país”.
La optimización universitaria es un simple predicamento mientras todo el contexto educativo siga siendo menos que mediocre y le siga siendo insignificante al gobierno de turno.