Causa- efecto. Todo acto nacido de la voluntad del hombre lleva a su cometido. Cuanto este se trata de una anatema o sea a una descalificación con sentido, el asunto se vuelve torvo e irreconciliable y es cuando el lector se pregunta ¿De qué manera se presta el lenguaje a su servicio?
La respuesta es que más allá de las afirmaciones, porque todas son en positivo, vemos que el lenguaje se engalana, la prosapia requiebra y rechina.
Lo verdadero y valioso de la enjundia, es el talento que muestra a un escritor de la talla de Marco Antonio Rodríguez, novelista, ensayista, Académico de la lengua, evidenciando la faena o el remedo del lambido. “Micro retrato de aduladores”, (publicado en este Diario el 10, V, 2017).
Todos naturalmente identificamos el atropello. Pero este en particular, no es uno de los tantos casos que, se dan por miles en política, aquí y en todo lugar, donde alza la encharca el maléfico destino; cuando a las altas esferas no se llega solo por el mérito, por la puerta grande, venciendo las trampas que una imponderable ética marca en el camino. Si no, se llega por el compadrazgo, el armisticio, la triquina, la sevicia.
No me quitará el sueño, el contra quien fue dirigido, pues yo no lo combato, ni defiendo tampoco su figura, a esta altura del cotejo, cada uno tiene avizorado en esta ínsula, la identidad del que lo tramita y eso ni nos va, ni nos viene.
Yo resalto la valía y evidencia que muestra en Derecho, que el servicio a la justicia en el arte literario tiene pasos de gigante y por eso es quien es, Montalvo, y es quien es, el ilustre columnista al que me he referido, y que, además recalca que litigar con armas literarias es una verdadera sinfonía y gozo para el espíritu.