Quito siempre se ha caracterizado por ser una ciudad de gente amable, acogedora, tranquila. Para estar orgullosa de residir en ella, al igual que ciudadanos de otras regiones del país que decidieron hacer de la capital su lugar de residencia y fueron generosamente acogidos.
Todas estas hermosas cualidades de la ciudad y sus habitantes hicieron de Quito una “verdadera ciudad para vivir”. Ahora, todo ha cambiado. La población ha crecido a tal punto que generalmente todos sus habitantes, con las debidas excepciones, van perdiendo estas hermosas cualidades. La gente tiende a ser tensa, nerviosa, preocupada, violenta, agresiva. Nadie respeta a nadie. Todos buscan su propia conveniencia sin importarle la de los demás. Estas malas tendencias se puede observar en especial en los conductores de toda clase de vehículos y a todo nivel. El conductor se ha vuelto intolerante, intransigente, altanero, no respeta las reglas de tráfico, ni los límites de velocidad, rebasa cuando no debe hacerlo, no respeta la luz roja del semáforo ni las luces direccionales de otros vehículos, no da paso, lo que muchas veces ocasiona congestiones, cuando el tráfico se detiene bloquea las bocacalles, etc. Sería largo citar el sinnúmero de irregularidades que se cometen a diario. Es pues de urgente necesidad que el Municipio, que ahora está a cargo del tráfico, inicie una campaña de educación vial bien estructurada en todo aspecto para tratar de educar al conductor a fin de que dejen estas malas prácticas, todos conduzcan con apego a las regulaciones que manda la Ley de Tránsito, el sentido común y la responsabilidad. Una adecuada educación del conductor contribuiría significativamente al mejoramiento del tránsito en la capital.