Es injustificable la actual indiferencia o el afán de pasar por alto las fechas conmemorativas de la historia de Quito.
Cómo no añorar aquellos tiempos que, dentro y fuera del país, con gran despliegue de esplendor y patriotismo, se solemnizaban las gestas libertarias del 10 de agosto de 1809, que en América Latina despertó la avidez libertaria.
Cómo no conmemorar con gran altivez el 2 de agosto de 1810, fecha en la que fueron asesinados cobardemente seis de los más notables patriotas quiteños y, con mucha veneración recordar la muerte en las calles de la ciudad de más de 200 insurrectos quiteños. Cómo no rendir homenaje nacional a los héroes de la Batalla del 24 de Mayo de 1822, que selló la libertad de nuestra naciente República. Cómo no seguir celebrando, con la solemnidad nacional instruida hace años atrás. Diría yo, con Jorge Manrique: “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Quito debe reclamar lo que históricamente lo merece y sus hijos, herederos de su grandeza, estamos obligados a demandar se conmemoren con solemnidad las fechas libertarias de nuestra historia. Celebrar las hazañas de nuestros antepasados es renovar la vocación de libertad en toda la amplitud de su sentido. Reverdecer las gestas heroicas nos convocan a seguir siendo libres. O será acaso más importante la celebración del aniversario de una cantonización, la inauguración de una vía. No mil veces no. Las gestas históricas no tienen parangón.