Nuestra formal democracia ha cumplido con el ritual electoral. El pueblo, que a decir de algunos nunca se equivoca, en su sabiduría (¿?) ha votado y resuelto la lid. La proliferación de ofertas que hicieron todos los candidatos, en una especie de bazar de baratijas, incluyendo alguna de orden religioso, ha contentado a las masas que buscan “que nos arreglen”. Ninguno de los candidatos habló de obligaciones ciudadanas, de deberes, de cívica, de respeto a la ley y a los otros.
Todo fue un ofrezco esto y aquello y todo lo demás. Una vez más el pueblo, del que se llenan la boca los políticos, se dejó llevar por la oferta barata, se dejó tentar por los cuenteros y vendedores de chucherías.
Es un alivio para el oído, para la vista y el cerebro que la campaña termine. Volveremos a las tan instructivas sabatinas y al resultado de las investigaciones de temas pendientes como la narcovalija, las tesis copiadas, los títulos falsos, los radares chimbos, los fugados de la maxi-cárcel etc., es decir volvemos a la normalidad.