Una tarde mi padre llegó a casa y nos pidió a mi hermano Luis y a mí que le acompañáramos a una sesión de un cabildo ampliado en la antigua Universidad Central donde se discutiría el arreglo de un diferendo limítrofe entre dos provincias ecuatorianas que se sabía sería muy tensa y peligrosa donde debía ir en representación del gobierno del Dr. Otto Arosemena Gómez. Mientras el carro de la Secretaría General de la Administración Pública nos llevaba, insistía en que pongamos mucha atención a los sucesos y estuviésemos alertas a las reacciones, nos pedía amorosamente que seamos sus guardaespaldas. Llegamos a eso de las 6pm. El pedido de la gente de seguridad de la presidencia fue que entráramos por una puerta que se localizaba en la parte posterior de la sala y no por la puerta principal de la calle García Moreno, mi padre después de agradecer su interés ordenó al chofer que se dirija a la puerta principal. Nos hizo bajar del carro y los tres entramos a ese auditorio, desde afuera se oía a la gente gritar en contra del gobierno, al entrar se escucharon pocas voces de protesta pero se notaba los ánimos reprimidos. Mi padre se sentó en la mesa principal acompañado de los diputados de Pichincha que en su gran mayoría eran de oposición. En sus intervenciones atacaron ferozmente al gobierno y pidieron que se defina a favor de Pichincha. Papá era un magnífico orador, agradaba escucharlo. Los asistentes oyeron con respeto las palabras y los gestos a favor de la unidad nacional pero los activistas llevados por la oposición principiaron a interrumpir, de todas maneras el gobierno ya se había manifestado. La tesis de no definirse a favor de ninguna de las provincias y que ese problema entre Pichincha y Manabí debía ser resuelto por el Congreso condujo a que la gente que llevaron los políticos de oposición se manifestaran agresivamente .Terminadas las intervenciones se oían gritos en contra de la tesis del gobierno. Mi hermano y yo estábamos sentados en la primera fila, las personas que protegían a mi padre se encontraban detrás de él y muy cerca de aquella puerta trasera, lista para que saliéramos. El ambiente se tornó peligrosísimo. La gente de seguridad se acercó a mi padre “Dr. Gallegos, por aquí” y quisieron llevarlo. Mi padre no lo permitió, se dirigió a nosotros y nos indicó que le siguiéramos, a su lado fuimos a la puerta principal. Entre gritos salimos los tres por esa puerta que habíamos usado al llegar. Una enseñanza en nuestra juventud que los dos no olvidamos.