Ni bien termino de enviar una opinión sobre el caso Odebrecht, cuando de improviso escucho las declaraciones del candidato oficial sobre el mismo tema.
Me despierta, de manera inmediata, la necesidad de comentarlo.
Cuando un niño es pillado in fraganti en un acto que merece una sanción, inmediatamente reacciona de manera agresiva, tratando de inculpar a otros de haber participado en el mismo acto o en similares actos. Parce que es una manera inconsciente, propia de niños eso sí, de distribuir el peso de la culpa para que la misma le resulte “menos opresiva”. Lo entendemos, insisto en un niño.
No me parece adecuado que alguien que aspira a la presidencia de una República, esgrima ese mismo tipo de argumentos para defender actuaciones, de coidearios que han sido mencionados sin decir nombres, pero que supuestamente formaron o forman parte del aparato gubernamental: decir que sobre las negociaciones de Odebrecht en el país se debe también investigar los contratos firmados en gobiernos anteriores, es un despropósito, cuando durante diez años de gobierno no se hizo ni un mínimo esfuerzo para descubrir los actos de corrupción anteriores.
Dice el candidato que no es posible que los empresarios brasileños se hayan vuelto corruptos solamente en los tratos con este gobierno.
Coincido con él, pero entonces ¿por qué continuaron con las contrataciones con esa empresa: qué no sabían?
Probablemente, pero si es claro que en los contratos de este gobierno se han dado coimas, entonces era evidente que en los anteriores podría haber habido lo mismo: ¿Por qué no se investigó?
¿Hay deseos de hacer lo mismo?
¿O ingenuidad?
No queremos repeticiones de este tipo de actitudes. Se espera que un candidato, en lugar de minimizar acciones deplorables distribuyendo la culpa, condene las mismas e inste a las autoridades pertinentes a descubrir nombres de los responsables para que paguen sus culpas, y que no se lo haga luego de que abandonen el País, como ya ocurrió en un caso.