“Somos libres, no pertenecemos a nadie y no podemos querer ser dueños de los deseos, de la voluntad o de los sueños de quien quiera que sea”, manifestó Aristóteles. Hay una cosa peor que la tendencia de seguir a los demás con los ojos cerrados; en Latinoamérica y que decir del Ecuador, el populismo, que es el aparato intelectual creado capaz de destruir las libertades y corromper el pensamiento por el control total del poder. Los cabildeos electorales han empezado a moverse, con ocasión de las próximas elecciones para presidente y parlamentarios, de una clase política desprestigiada; sin más méritos que su ego y análisis personal sin objetividad. Al pueblo en su desesperación se le esta barajado la idea, en medio de las calamidades, de subsanar su bienestar con menos esfuerzo; haciéndole creer que disponen de los medios y recursos para su manutención. La apariencia de un hombre bueno –bonachón- se ciega al continuismo y corrupción, que a preponderar la razón y buen juicio del cambio para el bien común. Se le pone muy difícil tamizar y su escogimiento, o asumir el cargo de conciencia.
Los romanos antiguos llamaban el cursus honorum: “Nombre que recibía la carrera política o escalafón de responsabilidades públicas”; y que hacía referencia fehaciente a su comportamiento personal como al conocimiento en la administración pública; y considerar que la Presidencia es el más alto grado de honor de un ciudadano. Ha corrido mucha agua bajo el puente y no hemos captado que debíamos evolucionar, innovar, educar. Los candidatos, si lo son, deberían mirarse al espejo antes de prevaricar, y preguntarse si tiene o no esa vocación de servicio. Caso contrario lo sensato sería renunciar, que la vergüenza corroe el entorno familiar y social, al no ser digno de aceptación popular. Así sea.