Nadie se opone a mejorar la calidad de la educación en el Ecuador, además sabemos que los padres de familia se sacrifican para que sus hijos ingresen a un buen plantel educativo, y que los estudiantes serios y honestos queman sus pestañas para sobresalir y así estar mejor preparados.
Pero al culminar el bachillerato deben enfrentarse a la prueba Ser Bachiller, que es un instrumento disruptivo, ya que el Sistema Educativo Nacional no desarrolla las destrezas y aptitudes que mide la prueba, dicho de otra manera, si los futuros bachilleres desean superar el gran obstáculo que representa esta evaluación, deben tomar clases particulares, a más de practicar en simuladores, y algunos colegios destinan horas pedagógicas para familiarizar a los estudiantes con esta estructura.
Lo más contradictorio de todo esto es que Ser Bachiller es una prueba exigente; mientras que la LOEI y su Reglamento son permisivos en cuanto a los estudiantes de bajo nivel académico y de mal comportamiento, por ejemplo, faltar a clases con frecuencia, no estudiar mucho y aprobar el año con exámenes supletorio, remedial y de gracia, faltar el respeto a autoridades y docentes sin sanción ejemplar, etc.
No podemos medir a todos por igual, un bachiller en ciencias no es lo mismo que uno técnico en comercio y administración, peor aún a quien se graduó dos o tres años atrás. La propuesta sería que las universidades realicen cursos propedéuticos y hagan la evaluación respectiva. Al ritmo que va la prueba Ser Bachiller, parecería una herramienta discriminatoria e inapropiada, que deja sin estudios universitarios a miles de jóvenes.