En el primer proceso de evaluación y acreditación de las universidades presentado en el 2009 por el anterior Conea, los resultados fueron: 12 universidades categoría A y 14 universidades tipo D y E que fueron cerradas, dejando por fuera a 50 000 estudiantes. Investigadores de dos universidades, no del Gobierno, hablan que solo 2 800 de los 50 000 obtuvieron título. ¿Y el resto?.
La cantidad de tantas malas universidades se debía principalmente a que los mismos educadores de estas universidades eran también parte de los organismos que regentaban el sistema de ese entonces: Conesup; Conuep y la misma Asamblea Universitaria.
La solución era crear nuevos organismos pero con académicos externos no comprometidos y que no tengan representación alguna. Así surgen el CES, el Ceaaces y un tercer organismo técnico que no constaba en la Constitución, la Senescyt, y la implementación de nuevos reglamentos y políticas ratificados en la LOES (12-10-2010).
En la segunda evaluación, presentada en el 2014 por el Ceaaces, solo 2 de las 12 universidades obtuvieron la categoría A y varias que tenían categoría B pasan a la C. En la U. de Guayaquil de 60 000-65 000 estudiantes que tenían en la primera evaluación hoy no superan los 37 000; en la U. Central de 40 000 bajan a 28 000, la Politécnica Nacional de 14 000 en el 2013 hoy a 9 000, la UTC de 8 500 en el 2012 hoy a la mitad.
Esto significa que las universidades públicas, lejos de mejorar, han retrocedido. Todo lo contrario ha sucedido con las particulares y las emblemáticas. ¿Por qué? Con las nuevas políticas universitarias en 8 años de vigencia han dejado a 500 000 estudiantes fuera de la educación superior, aunque el Gobierno dice que los quintiles más pobres de la población han sido los que más acceso han tenido a la universidad. ¿Quiénes son los que provocan las protestas callejeras?