Hemos llegado al absurdo de confundir la necesaria protección económica y emocional de aquellas mujeres cuyas parejas irresponsablemente las han abandonado, con el evento donde un médico, por intentar salvar la vida de la madre, provoca un aborto indirecto y la muerte del bebé aún no nacido. La confusión ha llevado a librar esta discusión en el terreno de lo moral, cuando debe ser llevada al de la política pública. Gobiernos centrales y locales -con la competencia de salud asumida- deben situar recursos para programas específicos de protección de decenas de miles de mujeres, quienes, por la aludida razón, propugnan el mal llamado “aborto terapéutico”, cuando la experiencia en programas de acogida privados demuestra que cuando las madres reciben esa protección, en su casi totalidad, salen adelante, junto con sus criaturas. ¿Por qué la anomia de Presidencia, Finanzas, Salud, Asamblea? Es hora de escuchar a los candidatos, incluso a quien ha dicho que no pretende ser “rector de la moral”.