Ahora resultan proféticas las sugerencias que hicieron, desde mediados del año pasado, los economistas, técnicos, o simples ciudadanos de la oposición, muchos de ellos sin doctorados honoris causa, en el sentido de que el Gobierno debía haber ahorrado en tiempos de bonanza para enfrentar posibles (ahora certeras y trágicas) épocas de pobreza.
Desde que empezó la crisis, hace un año, hubiera querido oír al Gobierno que va a recortar los millones de dólares que se gastan en miles de burócratas, sabatinas, almuerzos, gabinetes itinerantes, publicidad, gasolina para los muchos y caros vehículos de funcionarios arrogantes, (y que hasta al Presidente de Bolivia le pareció exagerado), etc.
No tienen otra opción que crear nuevos impuestos y pedir más préstamos que cómodamente maquillan llamándolos desembolsos.
A los ecuatorianos en los próximos 10 o 20 años nos corresponderá la difícil tarea de pagar los graves errores del actual revolucionario y sus adláteres, y no podremos hacer nuestra la expresión “prohibido olvidar”, porque hábilmente está patentada por el socialismo del siglo XXI.
No va a ver ciudadanos con mística que se presten para candidatos a la Presidencia porque el presente y futuro son aterradores. Eso se siente, aunque maquillen los indicadores. Por supuesto, culparán al terremoto de Manabí del decrecimiento que hace tiempo ya vivimos y que también fue anunciado por el FMI antes del sismo.