Hay un prejuicio en contra de los viejos, simplemente por ser viejos, algo similar al racismo o la discriminación. No se entiende de otra manera como a los viejos se les ha perdido el respeto y se los margina en la última fase de sus vidas. Hoy se los excluye, se los maltrata, se quiere hacer creer que la vejez es sinónimo de invalidez.
Se les niega los “derechos del buen vivir”, a la salud, medicinas, recreación, alimentación, vivienda. ¿Es que algunas personas se han acostumbrado a negar nuestro propio envejecimiento? La vejez es real, la eterna juventud no existe.
Condicionar la pensión de jubilación a un viejo es ignorar la aplicación de los principios fundamentales de la Constitución, es acortarle la vida. Expertos en Seguridad Social manifiestan que el progresivo envejecimiento de la población y el menor ingreso de personas cotizantes al mundo laboral hace indispensable asegurar los ingresos que por ley debe aportar el Estado, patronos y afiliados para cubrir las obligaciones de pensiones, salud, riesgos del trabajo y seguro campesino.
El Estado no puede mantener al IESS como monopolio de la Seguridad Social. Sus ingresos son diferentes a los del Fisco. Si existe un Estado moroso se pierde la esperanza del cumplimiento de sus responsabilidades. Las nuevas generaciones cubren las necesidades de pensiones y salud de los actuales jubilados obligando a que el sistema de capitalización individual funcione con precisión bajo un sistema de estudios actuariales que garanticen las inversiones y su retorno para evitar su colapso.
El derecho universal a la Seguridad Social no puede ser politizado, afiliados y jubilados “pagan” a través de sus aportaciones por sus servicios y el Estado tiene la obligación de cubrir el porcentaje establecido en la ley. Las Naciones Unidas dice: “No hay justicia social sin seguridad social”.