No sé si el Presidente electo esté consciente de que su designación como nuevo presidente de Alianza País (AP) lo ata de pies y manos al ya conocido catecismo partidista, y lo aparta de su ofrecimiento de tender la mano a todos los ecuatorianos buscando consensos para construir una mejor sociedad.
Generalmente cuando un líder político es elegido Presidente, su agrupación lo libera de la disciplina partidista precisamente para tener la suficiente libertad y así poder gobernar para todos. En este caso ha ocurrido lo contrario ya que al elegir a Lenín Moreno presidente de AP lo están amarrando a enclaustrarse entre las 4 paredes de ese dogmático e intolerante movimiento dentro del cual actuará virtualmente secuestrado. Parecería ser una celada perfecta. Por eso cabe la reflexión: ¿Será Lenín Presidente de todos o actuará como militante de AP? La historia demuestra que proyectos políticos autoritarios -aun los que exhiben ropaje democrático- (léase comunistas, fascistas, falangistas) fracasaron al intentar imponer el credo revolucionario que dicen profesar. Y la razón es obvia: no se puede implantar a rajatabla un modelo de vida desde el poder. Hasta el propio Correa ha terminado reconociendo que no pudo vencer a la prensa libre (su enemigo imaginario).
La democracia no se construye solo con victorias sino también con derrotas. Ambas son necesarias para su cabal funcionamiento. Y más allá que muchos ecuatorianos ejerciendo el derecho a la resistencia, negamos legitimidad a Lenín Moreno como Presidente, el CNE lo ha declarado legalmente electo. Precisamente por eso, su gobierno debería esmerarse en ser abierto, plural y muy distinto en estilo y esencia que el de su antecesor. La gravedad de la crisis y sus urgentes soluciones lo imponen.
¿Presidente o militante? ¿Cómo actuará Lenín? Son dilemas que dependen solo de él.