Corre el año de dos mil equis y el país de a poco vuelve a la normalidad, el ex presidente vive en Europa y está dedicado a reseñar las justificaciones de sus acciones en los últimos años, los hermanos publicistas, luego de una gran bonanza económica han visto mermadas sus economías, pues competir en el mercado se les ha hecho difícil, la familia del gran canciller ha visto su economía afectada puesto que los ahorros logrados en su paso por el poder no alcanzan para mantener el tren de vida que disfrutó mientras ostentó sus múltiples cargos, autos, chofer, servicio y barrio costoso.
El radiodifusor de corto estrellato en la palestra política, hoy se desempeña como comentarista en una radio de poca importancia y añora el transitorio poder que le dio el poder de la lengua suelta. País, otrora gran movimiento político se quiebra por todas partes y varios mediocres se disputan a dentelladas algo de poder cantonal.
El síndrome de velasquismo sin Velasco, borjismo sin Borja y otros similares desbarató a A. País y su variopinta estructura. El pueblo llano, otrora beneficiario de dádivas y subsidios, atontado por el circo y la publicidad se recompone de a poco y ve en el esfuerzo y el trabajo el camino para su desarrollo, ha dejado de creer en los mensajes reiterativos y avasallantes.
Quito, abandonada a su suerte por tantos años, vuelve a tener munícipes de fuste que bregan por la ciudad, invierten, crean y planifican, lejos están los días de sonrisas, de letreros y desperdicio publicitario, se ve obra, se siente vigor ciudadano, no hay farra ni bochinche.
El filósofo tributario ha vuelto a la morlaquía y se dedica a escribir una obra en la que reseña cómo las altas cargas tributarias son factor de desarrollo, de bienestar y progreso, esto mientras añora su estrellato mediático. En fin hemos pasado de las novelerías y experimentos a la realidad del esfuerzo, del ahorro , de la prudencia y los siempre importantes silencios y mesuras que exige el poder. Solo el tiempo dirá.