El Presidente debería tomar muy en cuenta, que la violencia verbal que practica no solo es evitable sino que es también innecesaria para resolver los acuciantes problemas del Ecuador. Lo que suele hacer para defender sus puntos de vista, sus razones, etc., es menospreciar, insultar y hasta perseguir a sus opositores. Por lo que se advierte, el Primer Mandatario nunca será capaz de renunciar al “privilegio” que él mismo se ha impuesto de ser violento. La violencia es, prácticamente, el único camino que ha escogido, para confrontar y hacer valer su poder. Daría la impresión de que ha planificado debidamente para que la violencia verbal se haya entronizado en el poder y se esté institucionalizando en el país; porque, es eso, precisamente, lo que estamos viendo y viviendo ahora los ecuatorianos con el socialismo del siglo XXI; en que, evidentemente, se han suscitado fuertes roces y conflictos sociales. El Jefe de Estado ha tomado a la violencia como un mecanismo normal, y hasta “privilegiado”, para enfrentar a sus opositores y para zanjar cualquier problema o conflicto que le sobreviene; es como que hubiera perdido total y definitivamente la fe en la paz, en la reconciliación y en el diálogo.