No es mi intención aprobar lo sucedido en Posorja. Tampoco escribo en forma absoluta personal. Escribo en nombre de miles de ciudadanos que sienten enojo, aversión y repulsión frente al escenario nacional, en cuanto se refiere a la seguridad y la justicia. Exclaman un ‘Ya basta’ de inercia, indiferencia, lentitud de nuestras autoridades indolentes, que encubren y/o perdonan sin empacho y no se inmutan por los asaltos, secuestros y crímenes que afectan cada día a centenares de familias ecuatorianas. Aún más, cuando la impunidad incursionó en el gobierno, en la banca, en el clero, en los docentes, en la policía y en las gloriosas fuerzas armadas… Entonces miramos al cielo e imploramos ¿Dios salve a este país que está podrido’.
Por lo expuesto considero que lo sucedido en Posorja es un aviso. Un aviso contra la indiferencia, la injusticia, el olvido. Claman y protestan las familias en la calle, en la prensa y nada pasa. Entonces es cuando el pueblo enardecido resuelve tomar la justicia por sus propias manos y suceden hechos deplorables como el de Posorja, hechos que mirando desde lejos no dejan de ser un aviso. Con el peligro de que pueden venir más avisos si no se procede a vaciar de un solo tajo la purulencia que mantiene enfermo al país.