Supongo que no será por los miles de ecuatorianos que cada día pierden sus empleos. Asumo que tampoco será por los cientos de negocios que han tenido que cerrar por las políticas del Gobierno.
Menos por los enfermos de cáncer de Solca, que tienen que hacer malabares para poder recibir su tratamiento. Tampoco creo que sea porque el Gobierno le debe dinero a medio Ecuador y la deuda externa se ha cuadriplicado.
También, dudo que sea porque sus colegas en otros países ya están con un pie afuera y otros camino a la cárcel.
Los más experimentados economistas del país le explican cual sería el camino más conveniente a seguir para salir de la crítica situación económica en la que estamos y él, alegremente, hace lo opuesto y nos pone más impuestos.
Los ciudadanos a través de diferentes medios le expresamos nuestro malestar sobre sus políticas ofensivas y él, en vez de promover el diálogo, propicia una ‘guerra abierta’ en Twitter.
La gente le expresa su descontento en las calles y a él se le desborda la felicidad porque logra reunir 600 personas en la Plaza Grande, traídas en buses de todo el país con viáticos incluidos para que le celebren el cumpleaños. Y ni hablar de lo feliz que se le ve cuando arma sus jolgorios con pachanga incluida en Carondelet y en las sabatinas.
Será que a estas alturas de su gobierno, con la precaria situación económica del Estado y con un 72 % de desaprobación, ya le da lo mismo Chana que Juana y está pensando más en lo feliz que va a ser en su cómodo retiro en Bélgica, antes que en evitar el colapso económico del país.
Si esto es así, Correa quedará grabado en la historia del país y no precisamente por ser un buen presidente.