Los marxistas creen que pueden cambiar la naturaleza humana, dice Simone Weil. En Ecuador esperan reemplazar el aparato productivo por otro movido con energía estatal.
Es como desbaratar un motor en marcha en pleno viaje para probar uno que nunca funcionó. Piensan que la “patria grande” es un edificio gigantesco para la Unasur a USD 40 millones, desocupado la mayor parte del año.
Eligen la vocación de los estudiantes mediante cálculos que más parecen cartomancia. Deciden por nosotros cómo cocinar o qué debemos pensar y decir. Saben de empresas más que los mismos expertos. Luego culpan a la prensa por sus ensayos de laboratorio fallidos.