La deplorable administración de Augusto Barrera hizo que los quiteños nos consolemos con el voto en contra y así pretendiéramos cambiar una administración políticamente sumisa, carente de liderazgo. Por esta razón y de manera equivocada le dimos la oportunidad al que consideramos que tenía mayores opciones de ganar, sin analizar absolutamente nada más. Es así como permitimos que un improvisado se posesione de Alcalde. Hoy los vecinos de Quito nos encontramos nuevamente desolados, al mirar como nuestra ciudad se cae a pedazos, bajo la batuta de quien, en lugar de dar sus mayores esfuerzos por organizar la capital de la República, malgasta su tiempo soñando en Carondelet. “Lo peor que puede hacer un hombre en su vida, es no hacer nada”.