Mientras, por un lado, se realizan campañas rimbombantes y masivas en favor de la lectura, por otro, se prohíbe, terminantemente, el uso de libros que no sean los que entrega el Ministerio de Educación… contradictorio ¿verdad? Lo curioso es que, con este absurdo procedimiento, se está limitando la creatividad y minimizando la capacidad de los estudiantes de seleccionar sus propias lectura, acordes a sus intereses y apetencias; obligándolo a leer, solo lo que, las autoridades y los profesores, les ordenan.
Por otra parte, las millonarias imprentas multinacionales continúan haciendo “su agosto”, especialmente en los establecimientos particulares en los que, a pretexto del “Plan lector”, mediante generosas “ofertas”, se comercializan libros de todo tipo y “para todo el año lectivo”; haciendo ostentación y uso de ingentes recursos económicos, materiales y humanos (promotores, distribuidores, instructores, recaudadores, etc.); monopolizando así, en forma desproporcionada, la comercialización de este importante material y desplazando, automáticamente, a los autores intelectuales de libros que, a falta de apoyo y poniendo en juego su capacidad, tesón y sacrificio, han logrado publicar sus obras.
Cabe añadir que, como resultado de estas “inconsultas restricciones” y “competencias desleales”, los escritores ecuatorianos estamos, cada vez, más imposibilitados de difundir nuestras obras, producto de nuestro propio peculio y esfuerzo; circunstancias adversas que, a no dudarlo, desmotivan y van mermando, paulatinamente, el talento e inspiración de poetas y amantes de la literatura.