Miramos absortos e impasibles cómo la Justicia condena a varios ecuatorianos por sabotaje y terrorismo sin el menor mérito para ello, mientras tanto, las FARC continúan asesinando ecuatorianos en nuestra frontera norte.
Sin embargo, ellos no son terroristas; así lo sostiene el propio presidente Correa, fiel a la línea de Chávez, quien aseguraba que el grupo insurgente tenía un respetado proyecto bolivariano. ¿Formarán parte de ese ‘respetado proyecto’ los secuestros, las extorsiones, los asesinatos y el tráfico de drogas?
El escritor español Ángel Rupérez considera que los políticos manipulan las palabras para anular lo que no les gusta y lo ejemplifica con su gobierno al llamar terroristas a personas inofensivas, por sólo protestar ante una injusticia clamorosa.
¿Qué palabra emplearemos para referirnos a los verdaderos terroristas?, pregunta Rupérez y concluye: “Cuando en los intercambios lingüísticos usan palabras cuyo significado no se corresponde en absoluto con las personas o hechos que pretenden señalar esas palabras, y eso se hace para degradar y denigrar a estos últimos, se está pervirtiendo el lenguaje y forzándole a ser un medio para la mentira, no para la verdad”.