La práctica viciosa del poder desnaturaliza cualquier institucionalidad, sobre todo cuando en lugar de servir al Estado hay que servirse de él para saciar a medias la sed de poder, a pretexto de una revolución ficticia que se quiere imponer a la ciudadanía desde arriba.
La desinstitucionalización se genera desde la cabeza suprema del poder, que, en nuestro caso, no es ejecutivo, sino compartido de facto, pues no es uno el que gobierna, sino que son tres: Correa, Mera y Alvarado, en una sincronización tan perfecta, que parece que gobernara uno solo, pero la realidad determina que son tres los totalitarios.
Correa se encarga de presidir el solio, en apariencia de constitucionalidad y se nos hace creer que gobierna; Mera se encarga de manipular el abuso del derecho, de colegislar hacia el capricho y de subyugar a la justicia; Alvarado, se encarga del dominio mediático a base de desinformación magistral, usufructo gratuito de medios incautados, para mantener la falsa imagen de una revolución, que solo existe en la mente de izquierdistas bobos, cuyo papel se ha reducido al de pelar los dientes a todo aquel que se acerque a palacio con posturas de dignidad; izquierdistas bobos que hasta hoy no saben a cuantos amos sirven.
Este es el perfecto triunvirato de facto, lo grave es que Correa no puede prescindir de Mera y Alvarado, en cambio los dos sí pueden prescindir de Correa, pues han demostrado en su historia ser pragmáticos acomodaticios, y este es el gran problema de los aliancistas:¿a quién quieren reelegir: a uno o a tres…? Ellos dirán a uno, pero siempre será uno que son tres.