Los peligros de la impaciencia

Supongamos que un conductor viaja por una carretera de doble sentido y llega a un tramo donde está prohibido adelantar, una mujer conduce el auto que le precede ligeramente por debajo del límite de velocidad, el hombre se impacienta porque le parece que ella va demasiado despacio, así que se arriesga y acerca más su vehículo al de la señora, tras unos minutos, no aguanta más, acelera a fondo y la adelanta, no solo viola la ley de tránsito, sino que además se expone a provocar un accidente. ¡Y qué hay de la mujer que no soporta trabajar con compañeros que no son tan rápidos ni tan avispados como ella! ¡O del hombre que no para de apretar el botón del elevador mientras espera! ¿Se impacienta usted a menudo con sus padres mayores? ¿O son sus niños los que le sacan de quicio rápidamente? Todo el mundo se impacienta en algún momento, pero si perdemos los estribos todos los días, las consecuencias pueden ser nefastas.

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