En esa inagotable lista de amigos lectores que acudían a la desaparecida Librería Cima, siempre recordaré la de Patricio Quevedo Terán.
Si hay algo que será imborrable, era su aptitud y actitud para esconder su gran talento. Ni un atisbo de vanidad en sus gestos y palabras (solo hay que leer sus artículos de prensa). Fue un lector fino, riguroso y ecuménico. Aunque no disimulaba su pasión por la historia ecuatoriana. Otro mérito que me gustaría resaltar fue su solidaridad con las tareas culturales ajenas. Como Librero siempre recibí su respaldo y estímulo.
Me invitaba anualmente para hacer por la televisión un resumen del quehacer librero. Admiré su capacidad de improvisar (no había tal: tenía una preparación sorprendente sobre cualquier tema) y de síntesis. Nuestro país pierde un gran orientador y un intelectual de valía. Le recordaré como un ser humano excepcional y su coraje a toda prueba.