La frase que hace de título de este breve comentario, era repetida con frecuencia, felizmente hace muchos atrás, por casi todos los profesores de primaria y más aún en las escuelas rurales, pues los propios maestros fueron modelados así.
Esa vieja costumbre, por la falta de estacionamientos en determinados sitios de la ciudad, parece que se la quiere repetir ahora, contra las personas que olvidan determinadas normas de convivencia, confiados en que hay otras maneras de enseñar, menos hirientes. Se dirá desde luego, que la prohibición de ocupar espacios determinados por decisión de las autoridades de tránsito es una norma vieja, pero que lastimosamente por debilidad de tales funcionarios nunca se las ha respetado, convirtiéndose por dicha razón en un derecho consuetudinario para quienes asisten en forma permanente a los estadios.
En el fondo, no defiendo el abuso, ni el irrespeto a las reglas establecidas, pero me parece casi “una tomadura de pelo” que sin existir los parqueaderos necesarios, al menos, en los lugares de afluencia masiva, se quiera casi prohibir el uso de vehículos particulares, en una ciudad como Quito, en donde sitios como los estadios Olímpico, Rodrigo Paz o Gonzalo Pozo, el coliseo Rumiñahui y la Casa de la Cultura, disponen de parqueos que apenas llegan al 4% del número de asistentes, según información publicada por EL COMERCIO el 27 de Agosto.