Ingentes esfuerzos han hecho los presidentes Chávez y Correa por parecerse a Bolívar y Alfaro, respectivamente. Si no fuera así, ¿por qué tanto gasto en propaganda? Empero, desde un punto de vista objetivo, ¿habrá tal parecido?
Recuerdo una pregunta cuando era párvulo: ¿en qué se parece un elefante a un cepillo de dientes? Después de una larga e inútil reflexión, terminé dándome por vencido. La respuesta de los mayores fue: “En nada absolutamente”. Aquí surge otra inquietud: ¿por qué esa obsesión de parecerse si por sus propios méritos Correa podría pasar a la historia como un buen gobernante? Solo tiene que evitar borrar con el codo lo que ha hecho con la mano.