En Ecuador, lamentablemente, nuestro sistema ha caído en la trampa de rendir culto a quienes hacer alarde de palabrería excesiva.
Lo que lleva a nuestro pueblo a este tipo de admiraciones, es el miedo proverbial a hablar en público. Esto hace que cualquier persona que pierda ese miedo y se lance a la palestra, sea objeto de la admiración de una mayoría.
Pero una cosa es la abundancia de la palabra, que muy bien puede originarse en una amplia cultura y en un razonamiento organizado, y otra, muy distinta el exceso en la palabrería.
La palabrería, por lo general, es vacía, abunda en expresiones que a veces suenan bien, pero que están completamente vacías, carentes de lógica, confusas, y, cuando son malintencionadas para engañar a los escuchas.
Algunos políticos de nuestros tiempos usan la palabrería, no abundan en palabras razonables, consiguen votos, llegan al poder, pero no están en capacidad de nada.