Poder de la palabra y palabra del poder

Cada palabra pronunciada conlleva implicaciones y consecuencias, que en el interlocutor inducen un comportamiento, por la persuasión, la disuasión o la seducción.
Con frecuencia en nuestro discurso diario, no nos percatamos de las consecuencias de palabras no meditadas que han afectado a otros. De ahí la importancia de meditar y no ‘palabrear’ sin previa reflexión.
La ira, el resentimiento, la culpa, la infravaloración, la vergüenza, el miedo, el narcisismo, etc., nos condicionan a emitir palabras indebidas, las cuales nos pasarán factura tarde o temprano.
Cuando la palabra se emite desde el poder familiar, religioso, económico, político, etc., tiene más repercusiones y responsabilidades aún, porque el líder o caudillo es portador del pensamiento de esa población; el afectado no irá contra quien dijo; será la familia, la feligresía, los trabajadores o el país quienes sufrirán las consecuencias de represiones, por luchas de poder.
Sólo la madurez con inteligencia emocional y social, nos conducen a decir lo necesario y justo, en el momento y lugar adecuados. El exceso de palabras siempre terminará dañando y generando conflicto.
Gobernantes y candidatos: la palabra violenta solo genera violencia, la palabra pacífica siembra la paz.

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