Ser padre

Ser padre, ¡Qué bendición y gran privilegio! Afortunado el hombre que como esposo tuvo descendencia, formó una familia; cimentó un hogar. Realmente, él recibió el favor de Dios. Ser padre, ¡Qué aventura y felicidad! Esperar al hijo que se mueve en el vientre de su esposa; preparar sus fuertes brazos para en ellos tiernamente acunar al fruto del amor en pareja hombre y mujer. Ser padre, ¡Qué inmensa responsabilidad! Educar en valores espirituales, ético morales al nuevo ser que al hogar llega buscando amor, ternura y protección; saber que todos los bienes materiales que le podamos dar, no se comparan con el ejemplo y educación; consejos y valores que debemos heredar.

Ser padre, ¡Qué hermoso encargo de Dios! Él nos envía ángeles inocentes a un mundo lleno de problemas, desigualdades, ideologías anti morales y violencia que ellos deberán enfrentar exitosos, sí y sólo si somos capaces de guiarlos con sabiduría y amor. Ser padre, ¡Qué difícil misión! Llevar el alimento al hogar cuando las fuentes de trabajo son escasas o se cierran; o cuando a los hijos nada les falta y se vuelven insensibles.

Ser padre, ¡Qué grata e incomparable emoción! Ver crecer a los hijos que avanzan en la vida y forman también sus hogares. Ellos nos hacen doblemente padres, al darnos el título de abuelos, esos seres venerables y nobles que tanto deben agradecer a Dios por su bendecida longevidad. ¡Ser padre, y saber serlo!

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