Mi padre me insinuaba que perdería la esencia de una conversación si me ponía a discutir por discutir. Es que en un diálogo lo fundamental es escuchar y escuchar bien. Para informarse de la postura del otro hay que saber dejarlo manifestarse libremente con confianza porque de esa manera se llega a conocer lo que piensa. Hasta se puede encontrar coincidencias que uno no se imaginaba que existieran. Otra condición fundamental en un diálogo es decir y decir bien, manifestarse claramente y con respeto lo que se quiere trasmitir. Con eso la otra parte se informará de lo que uno quiere compartir y nuevamente se podrían encontrar las ideas comunes.
De esa manera se convierte la conversación en algo fructífero para las dos partes y el camino se allana para abordar las diferencias que siempre habrá. Y aquí viene lo difícil. Se suele tomar “postura” cuando se encuentran ideas contrarias a las nuestras, como diciendo que son mejores por el simple hecho de que son mías y se discute con los egos a flor de piel. Y entonces no hay diálogo fructífero y las diferencias ahogan las coincidencias. Y el encuentro de una conversación planificada o de aquellas encontradas en la vida resulta lastimeras y se pierde las oportunidades futuras para dialogar. En el hogar o en la calle se pierde la esencia de la conversación cuando solo se discute y esto no nos lleva a ninguna parte buena. Durante 10 años un gobierno nefasto dividió a los ecuatorianos creando diferencias que no teníamos, exacerbando las pasiones ideológicas de odio y revancha que era el sostén de su gestión. Un gobierno que discutió por discutir. Penoso escenario el heredado, hay que superarlo.