El uso de la libertad de expresión es un ejercicio propio de cada ser humano. Se manifiesta con claridad cuando estamos en posibilidad de emitir nuestra opinión, libre y soberana, sobre cualquier tema.
No se puede hablar de libertad de expresión ni de opinión, el uso de entrevistas completamente dirigidas, con preguntas orientadas hacia una respuesta (voluntaria, propia o inducida), y en muchos casos, entrevistas a personas que ya sabemos lo que van a opinar, y lo peor, utilizar eso como ejemplo de libertad de expresión. Vergüenza para quien manifiesta una opinión en esas circunstancias, pero más vergüenza para quien las utiliza como herramienta de ataque desleal, para quien usando una posición pública, trate de demostrar con muy pocos ejemplos, una situación que no representa a nadie.
Lo único que se ha logrado demostrar es un deplorable nivel de educación, para los entrevistados y los que usan esas “entrevistas”. Desconocimiento de las leyes, falta de criterio, necesidad de rectificar frente a la avalancha de un público que sí opinó por voluntad propia e hizo un uso contundente de la libertad de expresión.
Los resultados de iniciativas apresuradas, carentes de sustento conceptual, nos debe llamar a la reflexión sobre el ejercicio del poder: ¿lo debemos utilizar para atacar al oponente o para beneficio del país?
Las iniciativas deben tender a beneficiar a todos, no a demostrar que el poder permite el uso y abuso, cayendo, lamentablemente, en la figura de la rectificación. La sabiduría nos permite prevenir las consecuencias de los actos: “El hombre sabio no dice todo lo que piensa, pero piensa todo lo que dice”.