Y en todo el corazón, eso se realizaría sacando la Presidencia del Centro Histórico, eliminando de cuajo todo el simbolismo y majestuosidad que tiene el Primer Poder del Estado. Ningún asesor quiteño cometería el dislate de aconsejar tamaño atentado contra la ciudad, pues esta perdería todo su encanto y la declinación económica y turística se harán sentir ostensiblemente.
Con este presupuesto de traslado se puede regenerar el entorno del Palacio de Carondelet, comprando casas contiguas y rehabilitándolas para otras oficinas gubernamentales, eliminando completamente los negocios del frente y de atrás, que le hacen perder decoro a este inmueble histórico y lo muestran como capital del tercer mundo.
Establecer severas normas para el comercio con el fin de que el sector tenga la respetabilidad que se merece. En cuanto a los predios del Cuartel Epiclachima se los puede destinar a un parque de similares características que el Gobierno Nacional construye en Guayaquil, haciendo justicia a un sector que necesita de este tipo de obras. La modernidad no puede avasallar nuestra historia.