Una vez que el irreversible prodigio de la concepción (unión del espermatozoide con el óvulo) se cumple, el embrión resultante es ya una vida, un individuo humano distinto, un organismo que lleva en sí todo lo necesario para organizar su propio crecimiento, multiplicación y diferenciación. Los conocimientos biológicos modernos confirman que el óvulo fecundado tiene ya inscritos los caracteres del individuo: sexo, talla, color de los ojos y de los cabellos, forma del rostro y hasta el temperamento. Cuando un espermatozoide logra entrar en el óvulo, Ya dejó de ser un algo para convertirse en un alguien. Ya dejó de ser un qué, para convertirse en un quién.