El 14 de abril de 1998, el diario EL COMERCIO publicó, de mi autoría, la siguiente carta. “El Club de prófugos que la corrupción y la lenta justicia está creando en el exterior ya cuenta en sus registros a numerosos “socios”, lo único que se requiere para ser “miembro activo” es ser corrupto y haber puesto pies en polvorosa. No sería de extrañar que la “directiva” del club remita al Congreso (Asamblea Nacional) para su discusión la ley constitutiva y posteriormente el Ejecutivo apruebe su reglamento” (hasta aquí la carta). A la fecha, han transcurrido 21 años y el exclusivo y dinámico club se halla incorporando a su archivo a nuevos y flamantes socios que tienen todo el derecho de ingresar luego de cumplir los mismos requisitos, esto es ser corrupto y haberse dado a la fuga. Las inscripciones continúan abiertas.