En las nuevas elecciones generales en España, que se realizarán el 26 de junio, el grupo radical Podemos ha dado muestras de su inconsistencia ideológica y su vinculación cercana con el chavismo venezolano y el castrismo cubano. Su dirigente principal, Pablo Iglesias, se acomoda ideológicamente a los escenarios a los que concurre, con un discurso populista y vacío de contenido, típico de quienes tienen como único objetivo el poder.
Iglesias, un obscuro profesor universitario que ostenta un grado doctoral, se proclama ahora social demócrata y niega sus reiteradas declaraciones de comunismo abierto – al que por cierto tiene pleno derecho – pero que no le conviene exhibir ante el electorado. Podemos logró en las elecciones de diciembre pasado convertirse en la tercera fuerza electoral, por detrás del centro derechista PP y el centro izquierdista PSOE, y ahora, junto al Partido Comunista Español, PCE y a Izquierda Unida, UI, hace cualquier malabar ideológico para superar al socialismo español de Felipe González y Rodríguez Zapatero y alzarse con el Gobierno de España.
Auspiciado por el chavismo en la época en que el dinero sobraba en la Venezuela del comandante – no responde cuando le preguntan sobre los 6 millones de euros recibidos de la revolución bolivariana y no declarados a la Hacienda española – ha logrado un peligroso respaldo con sus proclamas populistas y con la ocultación de su verdadera ideología. Pretende imponer sus ofertas de aumento del gasto público y rechazo a la ortodoxia europea, a sabiendas que le pasará lo mismo que a Tsipras en Grecia: finalmente forzado a agachar la cabeza ante la realidad económica para permanecer en el euro y en la Unión Europea. Ilimitado cinismo hace falta para proclamarse social demócrata y sostener que Marx y Engels fueron los creadores de esa ideología. El apetito para conquistar el poder y luego los malabares para permanecer en él –reiterada receta del castrochavismo– justifican cualquier acomodo electoralista.