Los millennials forman parte del 30% de la población y son el electorado más difícil que captar en México. Anaya, Meade, López Obrador y Rodríguez Calderón, a más de lidiar con un pasado político desastroso, han evidenciado un discurso poco atractivo para la población entre los 18 y 29 años. Las estrategias discursivas son las mismas, la pobreza como el mal de todos males, figurando los candidatos, a modo de Mesías, como si bajo el brazo trajeran “la buena nueva”, la medicina para curar a un país infectado por la corrupción. Además, la poca credibilidad política responde a que confrontaciones y mofas hicieron de los debates, una reiteración del añorado “programa número uno de la televisión humorística”.
La política mexicana, en su intento por darse baños de rejuvenecimiento, ha usado como piezas de ajedrez a jóvenes portavoces, que si bien es cierto, forman parte de un grupo del electorado más ambicioso, pero que reproducen guiones escritos con una intencionalidad, acto que conduce a que estos voceros terminen siendo todo, menos, representantes de los intereses de los mismos jóvenes.
Es cierto, el futuro depende de los jóvenes, no de un gobierno, aunque también es cierto que estos jóvenes viven en un contexto donde la educación sigue siendo un privilegio.
Pero, no todo está perdido. Fueron los jóvenes mexicanos, los “millennials” o los “ninis”, quienes arrimaron hombros el 19 de septiembre intentando salvar vidas y al compás de “Canta y no llores”, le dieron al mundo una muestra de verdadero patriotismo.