Ésta es la célebre frase expresada días atrás por el presidente de Estados Unidos, para justificar su decisión de cerrar las fronteras de su país, y así impedir el ingreso de miles de emigrantes desesperados por buscar un mejor presente y futuro. Parodiando la frase del presidente Donald Trump, podríamos aplicarla perfectamente al caso del Ecuador. Sí, estamos llenos de corrupción galopante en los espacios y poderes del Estado que manejaron a su gusto y capricho Rafael Correa y sus colaboradores socialistas del siglo XXI.
Sí, estamos llenos de horror y espanto; de indignación al evidenciar que cada día se van descubriendo escándalos que involucran a ex altos funcionarios del gobierno anterior; y a otros del actual. Sí, estamos espeluznados por los reiterativos titulares que reportan cómo muchos socio listos del siglo XXI robaron despiadada y lujuriosamente dineros de los ecuatorianos, que tendremos que reponer a costa de dolorosos sacrificios a través de planes de ajuste y programas de austeridad.
Sí, estamos llenos de vergüenza y bronca por los escandalosos sobornos, tráfico de influencias, pago de diezmos, evasión tributaria; aprobaciones amañadas de contratos públicos con obras mal hechas, uso de testaferros y empresas fantasmas, falsificación de títulos académicos de tercer y cuarto nivel.
Sí, estamos llenos de corrupción, improvisación y de irreparable saqueo de fondos públicos durante la década perdida. Sí, finalmente estamos llenos de mucha paciencia y expectativa porque la justicia a través de Fiscalía y Cortes limpien al Ecuador de tanta corrupción; procesen y encierren a los pillos.