Cuando los profesores de Derecho Penal, nos hablaban sobre la característica de la ley nos decían “la ley es dura, pero es ley”. La ley no es solo aquello que “prescrito en la Constitución manda, prohíbe o permite”, sino que la ley modela, depura, conforma al individuo para que sea capaz de vivir con bien en la sociedad.
Cuando no lo hace así, castiga con el fin de mejorar. Las correccionales, los llamados Centros de Rehabilitación Social por un práctica tozuda de la convivencia, en lugar de formar, deforma. ¿Por qué, porque no hay finalidad, ni humanidad correctiva. Sino muchas veces, bestialidad y hasta venganza con la vida.
Hay proverbios en la Biblia que defienden la corrección, estos patentizan que la corrección con voluntad amorosa, no es mala, pero con medida, por eso nos dice “La vara y la corrección dan sabiduría; más el muchacho consentido avergonzará a su madre” (Proverbios 29:15). Causa sorpresa cuando un grupo de estudiantes y de padres de familia del Colegio Mejía, salen a defender a un inspector que ha utilizado la vara, y en lugar de atacarlo lo aprueban, bien por el fin de lo que Santo Tomás podría llamar “el principio de equidad”. Yo no me rasgo las vestiduras, cuando hay que corregir excesos, hay que hacerlo, estoy seguro de que si hubo correspondencia de amor estudiantil hacia este inspector, es porque en el fondo es un buen maestro, un buen inspector, que levanta la bandera por los tiempos donde la vida tenía mejores y más sanos valores, por lo tanto yo también lo defiendo.