El Génesis de la Biblia nos indica que la creación del hombre pudo sucumbir si Dios no ponía una compañera para su realización, la sabiduría divina saca del costado de Adán, al lado de su corazón, a Eva, en señal de que ella debe ir a su lado, no encima ni debajo, ni delante o atrás, juntos para que la empresa de vida, con todos sus sufrimientos y alegrías las compartan.
La mujer alivia las preocupaciones de su hogar y las del hombre. Su casa es el refugio de la fortaleza que día a día necesitamos para seguir adelante, con su dulzura va esparciendo cariño, logrando hacer más agradable nuestro caminar. Por último, su belleza, es la obra maestra de la naturaleza, no compite con toda la magnificencia creada, sino que la realza con su don de adornar sus contextos. Se identifica con nuestra vida terrenal y es el ideal de todo hombre cabal. Hay de aquellos que creen que son su pertenencia, la belleza está para admirarla, no para captarla ni raptarla, aniquilarían su delicadeza y luego se marchitaría. Agradezco a la vida que el amor de una mujer me colmó en la cuna, en mi juventud me dio un ideal y en mi madurez es el refugio de mis inconsistencias.