La soledad en los hombres y el aislamiento en los pueblos, el uno, un estado del alma, el otro, geográfico y político, al fundirse en un vinculo armonioso, pueden engendrar obras maravillosas; esta simbiosis con su entorno, hizo que la ciudad de Loja, viviera aislada y ajena a las luchas de poder que se gestaban en las antípodas de su comarca; al igual que el hombre, en la soledad es capaz de leer, componer una canción, pintar, escribir, etc, esta ciudad fronteriza supo mirarse a si misma y extraer de sus entrañas, pensadores, músicos, poetas, escritores, dramaturgos, estos últimos catalizaron toda expresión social, cultural y religiosa de su tierra, para luego escenificarlo a través del teatro, soliviantando a sus hijos a abrazar las letras, como única forma para erguirse sobre los demás pueblos del Ecuador; por eso creo que Loja, es nuestra Florencia.
Shakespeare decía: “El vientre de nuestras madres es el camerino donde nos preparamos para la corta comedia de la vida. El cielo, el juicioso y agudo público que nos observa y señala al que actúa mal. La lápida que nos esconde el curioso sol, el telón que cae sobre el final de la obra”.