Este improvisado título parecería ser la expresión de personas que se encuentran privadas de la libertad, pero hoy es el grito de angustia y de resignación o desesperación de toda la humanidad, pero haciéndolo nuestro a nivel nacional, de familia y amistades, debemos comprender que este encierro obligado y a la vez voluntario, por esta pandemia nunca antes vivida, nos hace mucho bien, con la esperanza de que vendrán mejores días y cuando pase esta mal llamada cuarentena; cuando las aguas vuelvan a su cauce normal, cuando a través de cristalinas aguas brotadas del manantial de sinceros y nobles corazones, tengamos la oportunidad de volvernos a ver, de abrazarnos, de reunirnos, de festejar nuestros chistes y ocurrencias personalmente y de hacer mil comentarios de esta prolongada ausencia, por este mal que a todos nos ha causado un dolor nunca experimentado; entonces, daremos el verdadero valor a nuestras frecuentes o esporádicas reuniones, al amigo, al compañero… Como hoy valoramos a las personas que nos acompañan o con quienes vivimos este encierro.
Llegue a los amigos y amigas el más cariñoso abrazo espiritual que alcanza también a tanta gente que soporta sola este abandono, al cuerpo médico y a todos los trabajadores de la salud, verdaderos héroes en esta guerra sin cuartel, a las Fuerzas Armadas y a la Policía, como también al voluntariado que no lo vemos pero que en realidad existe; a tantos maestros y estudiantes silenciados, a iglesias sin sermones y a miles de obreros, trabajadores y trabajadoras que viven de un salario o jornal para llevar el pan a sus hogares, al pordiosero que no encuentra en la calle a quién pedir limosna o un mendrugo; vaya también, a quien lejos de su familia y sus hogares soporta este dolor que a todos nos agobia; llámense huérfanos o simplemente, herederos de un mundo sin la luz, que a pesar de todo lo sufrido; a nosotros, ayer como hoy, nos ha alumbrado siempre…